Inicio

Ntra Historia.
 La Alcarria.
El Monasterio
Álbum 03-04
Cómo llegar
La picota.
La Iglesia.
El paisaje-botánica:
Álbum 04-05

 El monasterio de San Bartolomé
Nuestra historia comienza en 1330, cuando don Diego Martínez de la Cámara fundó en lo alto de la ladera sur de Lupiana una ermita para vivir aislado y en penitencia, en honor a san Bartolomé
Pocos años después cundió el ejemplo y llegaron más caballeros a practicar el ayuno y el aislamiento. En 1370 el alcalde y concejo de Lupiana les cedieron lo terrenos, se alzaron enseguida una serie de pequeñas celdillas donde varios ermitaños se dedicaban al continuo oficio de la meditación y se juntaban diariamente en la ermita

Reunidos este grupo de “santones”, decidieron organizarse en orden religiosa, basada en los principios de San Jerónimo (San Jerónimo fue un ermitaño que vivió aislado en el desierto, encima de una columna). Pedro Fernández Pecha y Pedro Román viajaron a Avignon, donde el Papa Gregorio XI, y después varia vicisitudes les aprobó su deseo, aunque siguiendo la orden de San Agustín.

Con sus propias manos, Gregorio XI les vistió el hábito, todo él de lana, la túnica de encima blanca, cerrada hasta los pies; escapulario pardo, capilla no muy grande, manto de lo mismo y allí cambió de nombre el fundador, pasando a ser fray Pedro de Guadalajara, institucionalizando para en adelante la costumbre jerónima de tomar por apellido, al profesar en religión, el nombre de algún santo o del lugar de su nacimiento.

Fray Pedro de Guadalajara, su primer prior, acometió inmediatamente la obra del claustro donde estuvieran encerrados, tuviesen celdas para el recogimiento, capillas donde decir Misas, cementerio donde enterrarse y en poco más de un año la acabó. Contó con importantes ayudas económicas, ya que muchos de aquellos primeros caballeros ermitaños eran nobles.

Pero la ayuda más importante se la dio la familia más famosa de la época por estos lugares, que eran los Mendoza, entre ellos don Iñigo López de Mendoza, primer marqués de Santillana. Y, una de aquellas Mendoza, doña Aldonza de Mendoza, reconstruyó y amplió la iglesia en el siglo XV, costeó la sillería gótica del coro, y mandó tallar su enterramiento, con su imagen yacente en alabastro blanco, que hoy está en la planta baja del Palacio del Infantado

En 1569, Felipe II aceptó el patronato de la Capilla mayor que los jerónimos le ofrecieron, correspondiendo con la entrega al monasterio de la jurisdicción completa de la aldea de Lupiana y todo su término, dándoles de este momento muchos favores. Entre otros la jurisdicción a su prior y convento sobre la aldea de Lupiana, crea un señorío a favor de los mismos por el que les capacita para nombrar alcalde mayor y alguacil, escribano, regidores y cuadrilleros. Establecía de esa forma una señorío de abadengo a favor del monasterio jerónimo, hecho excepcional en el reinado de Felipe II

El monasterio y la orden fue adquiriendo más y más importancia, y riquezas, así los monjes tenían un buen número de esclavos negros propiedad del monasterio, para su servicio. En la farmacia o botica que tenía el monasterio se fabricaban medicinas muy apreciadas en toda la región, obteniendo de ellas pingües beneficios. En el Censo de 1786 consta que, frente a los 58 religiosos profesos que por entonces lo habitaban, vivían entre sus cercas 63 criados al servicio del convento.

Destacaron especialmente en la música. Todo monje jerónimo, además de sus libros de Teología, Filosofía y Cánones, estudiaba siete años de música. En los archivos de Lupiana era fama se conservaban todas las piezas musicales escritas, casi exclusivamente con destino a las festividades religiosas, en el siglo XVI. Formaban los de Lupiana varios grupos de música de cámara, interpretando a autores de la época como Haendel, Bach o Palestrina, en las últimas composiciones de Mozart o Beethoven, que entraban a España a través de ellos.

Fue exactamente el 8 de marzo de 1836 cuando los frailes jerónimos, en virtud del decreto de Desamortización de Mendizábal, tuvieron que abandonar, dispersándose por toda España. El edificio en conjunto fue adquirido por la familia Páez Xaramillo, de Guadalajara, de donde pasó a los marqueses de Barzanallana, que aún hoy lo poseen. El edificio fue declarado monumento Nacional en 1931, la dejadez ha hecho que en este siglo se fuera desmoronando, hundiéndose la iglesia, que se ha convertido en jardín.

Las riquezas y joyas artísticas de la casa de San Bartolomé fueron dispersas por la provincia, a iglesias, conventos y desaprensivos que se dedicaron a revenderlos. El gran archivo se redujo, inexplicablemente, a unas pocas carpetas y legajos que hoy se conservan en el Archivo Histórico Nacional.
   

El edificio  
El claustro grande de Lupiana es sin duda una de las joyas del Renacimiento español. Fue diseñado y dirigido por Alonso de Covarrubias en 1535, y tallado y construido por Hernando de Arenas y sus hombres a partir de junio de ese año. Ofrece una planta rectangular, y suponía para Covarrubias el reto de construir un nuevo claustro sobre el antiguo preexistente, con unas dimensiones preestablecidas y forzadas.

Ofrece cuatro pandas, dos de ellas más alargadas, y dos alturas, excepto en la panda norte donde aparecen tres alturas. La estructura es de arcos de medio punto en la galería inferior; de arcos mixtilíneos en la galería superior, y de arquitrabe recto ó adintelada la tercera, con zapatas muy ricamente talladas. Todas las galerías se protegen con un antepecho, que en el caso de la inferior es de balaustres, y en la superior ofrece una calada combinación de formas de tradición gótica. Las techumbres de este claustro, originales del siglo XVI, ofrecen un artesonado de madera con viguetas finas, todo muy finamente tallado.

Los capiteles son también muy ricos y deliciosamente tallados, acusando la mano personal de Covarrubias especialmente los de la panda norte. Los hay que muestran cabezas de carneros, grifos, calaveras y pequeños "putti" que juegan con cintas y cajas. También algunos angelillos y muestras muy diversas de vegetación. Todo éllo sobre la blanca piedra caliza de la comarca, que sin embargo se ha conservado con gran pulcritud y perfección.

Existieron otros dos claustros. El más antiguo, al que se accedía desde la entrada, está totalmente arruinado, sin detalle artístico alguno, y cubierto su suelo de derrumbes. El siguiente, que dicen mudéjar sólo ofrece los paramentos cerrados, de ladrillo visto, ocultando los pilares primitivos, y sin ningún otro elemento artístico que merezca visitar, a excepción de la pila central coronada de una antigua cruz de hierro forjado

El templo, construído en la segunda mitad del siglo XVI, las obras se llevaron a cabo hacia 1613-15, y la dirigieron y ejecutaron los maestros canteros muy ligados a la construcción de la catedral de Sigüenza en esas fechas de comienzos del siglo XVII.

La fachada del templo, que era lo primero que encontraban los caminantes al llegar al monasterio de monjes jerónimos, se orienta a poniente, y consta de un gran paramento de remate triangular, en cuya parte baja aparece la portada propiamente dicha.. En ese mismo muro, una gran ventana, hoy cegada, iluminaba el coro de los monjes. Encima de ella, ya sobre el triangular frontón, un gran escudo del Rey Felipe II. A su lado sur se alza la torre monasterial, que todavía presenta un aire medieval gracias a su planta cuadrada, estrechas ventanas asaeteadas, y coronación con almenas.

Consejos para la visita
Desde la carretera N- 320 de Guadalajara a Cuenca, y tomando la desviación a Lupiana en el kilómetro 270 , se siguen unos 4 kilómetros por ella, se encuentra el desvío a la derecha hacia el monasterio, bien indicado. Es propiedad particular, y se permite la entrada y visita, que es gratuita, solamente los lunes, de 9 a 14 horas. Puede visitarse y fotografiarse sin problemas, tanto el claustro renacentista como la iglesia y los jardines que lo rodean.
 

Fuentes

Monasterios Medievales de Guadalajara, AACHE Ediciones)

links