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El monasterio de San Bartolomé | |
Nuestra
historia comienza en 1330, cuando don Diego Martínez de la Cámara
fundó en lo alto de la ladera sur de Lupiana una ermita para vivir
aislado y en penitencia, en honor a san Bartolomé Pocos años después cundió el ejemplo y llegaron más caballeros a practicar el ayuno y el aislamiento. En 1370 el alcalde y concejo de Lupiana les cedieron lo terrenos, se alzaron enseguida una serie de pequeñas celdillas donde varios ermitaños se dedicaban al continuo oficio de la meditación y se juntaban diariamente en la ermita |
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Reunidos
este grupo de “santones”, decidieron organizarse en orden
religiosa, basada en los principios de San Jerónimo (San Jerónimo
fue un ermitaño que vivió aislado en el desierto, encima
de una columna). Pedro Fernández Pecha y Pedro Román viajaron
a Avignon, donde el Papa Gregorio XI, y después varia vicisitudes
les aprobó su deseo, aunque siguiendo la orden de San Agustín. |
Con
sus propias manos, Gregorio XI les vistió el hábito, todo
él de lana, la túnica de encima blanca, cerrada hasta los
pies; escapulario pardo, capilla no muy grande, manto de lo mismo y allí
cambió de nombre el fundador, pasando a ser fray Pedro de Guadalajara,
institucionalizando para en adelante la costumbre jerónima de tomar
por apellido, al profesar en religión, el nombre de algún
santo o del lugar de su nacimiento. |
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Fray
Pedro de Guadalajara, su primer prior, acometió inmediatamente
la obra del claustro donde estuvieran encerrados, tuviesen celdas para
el recogimiento, capillas donde decir Misas, cementerio donde enterrarse
y en poco más de un año la acabó. Contó con
importantes ayudas económicas, ya que muchos de aquellos primeros
caballeros ermitaños eran nobles. |
Pero
la ayuda más importante se la dio la familia más famosa
de la época por estos lugares, que eran los Mendoza, entre ellos
don Iñigo López de Mendoza, primer marqués de Santillana.
Y, una de aquellas Mendoza, doña Aldonza de Mendoza, reconstruyó
y amplió la iglesia en el siglo XV, costeó la sillería
gótica del coro, y mandó tallar su enterramiento, con su
imagen yacente en alabastro blanco, que hoy está en la planta baja
del Palacio del Infantado |
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En
1569, Felipe II aceptó el patronato de la Capilla mayor que los
jerónimos le ofrecieron, correspondiendo con la entrega al monasterio
de la jurisdicción completa de la aldea de Lupiana y todo su término,
dándoles de este momento muchos favores. Entre otros la jurisdicción
a su prior y convento sobre la aldea de Lupiana, crea un señorío
a favor de los mismos por el que les capacita para nombrar alcalde mayor
y alguacil, escribano, regidores y cuadrilleros. Establecía de
esa forma una señorío de abadengo a favor del monasterio
jerónimo, hecho excepcional en el reinado de Felipe II |
El
monasterio y la orden fue adquiriendo más y más importancia,
y riquezas, así los monjes tenían un buen número
de esclavos negros propiedad del monasterio, para su servicio. En la farmacia
o botica que tenía el monasterio se fabricaban medicinas muy apreciadas
en toda la región, obteniendo de ellas pingües beneficios.
En el Censo de 1786 consta que, frente a los 58 religiosos profesos que
por entonces lo habitaban, vivían entre sus cercas 63 criados al
servicio del convento. |
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Destacaron
especialmente en la música. Todo monje jerónimo, además
de sus libros de Teología, Filosofía y Cánones, estudiaba
siete años de música. En los archivos de Lupiana era fama
se conservaban todas las piezas musicales escritas, casi exclusivamente
con destino a las festividades religiosas, en el siglo XVI. Formaban los
de Lupiana varios grupos de música de cámara, interpretando
a autores de la época como Haendel, Bach o Palestrina, en las últimas
composiciones de Mozart o Beethoven, que entraban a España a través
de ellos. |
Fue
exactamente el 8 de marzo de 1836 cuando los frailes jerónimos,
en virtud del decreto de Desamortización de Mendizábal,
tuvieron que abandonar, dispersándose por toda España. El
edificio en conjunto fue adquirido por la familia Páez Xaramillo,
de Guadalajara, de donde pasó a los marqueses de Barzanallana,
que aún hoy lo poseen. El edificio fue declarado monumento Nacional
en 1931, la dejadez ha hecho que en este siglo se fuera desmoronando,
hundiéndose la iglesia, que se ha convertido en jardín. |
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Las
riquezas y joyas artísticas de la casa de San Bartolomé
fueron dispersas por la provincia, a iglesias, conventos y desaprensivos
que se dedicaron a revenderlos. El gran archivo se redujo, inexplicablemente,
a unas pocas carpetas y legajos que hoy se conservan en el Archivo Histórico
Nacional. |
El edificio | |
El
claustro grande de Lupiana es sin duda una de las joyas del Renacimiento
español. Fue diseñado y dirigido por Alonso de Covarrubias
en 1535, y tallado y construido por Hernando de Arenas y sus hombres a
partir de junio de ese año. Ofrece una planta rectangular, y suponía
para Covarrubias el reto de construir un nuevo claustro sobre el antiguo
preexistente, con unas dimensiones preestablecidas y forzadas. |
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Ofrece
cuatro pandas, dos de ellas más alargadas, y dos alturas, excepto
en la panda norte donde aparecen tres alturas. La estructura es de arcos
de medio punto en la galería inferior; de arcos mixtilíneos
en la galería superior, y de arquitrabe recto ó adintelada
la tercera, con zapatas muy ricamente talladas. Todas las galerías
se protegen con un antepecho, que en el caso de la inferior es de balaustres,
y en la superior ofrece una calada combinación de formas de tradición
gótica. Las techumbres de este claustro, originales del siglo XVI,
ofrecen un artesonado de madera con viguetas finas, todo muy finamente
tallado. |
Los
capiteles son también muy ricos y deliciosamente tallados, acusando
la mano personal de Covarrubias especialmente los de la panda norte. Los
hay que muestran cabezas de carneros, grifos, calaveras y pequeños
"putti" que juegan con cintas y cajas. También algunos
angelillos y muestras muy diversas de vegetación. Todo éllo
sobre la blanca piedra caliza de la comarca, que sin embargo se ha conservado
con gran pulcritud y perfección. |
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Existieron
otros dos claustros. El más antiguo, al que se accedía desde
la entrada, está totalmente arruinado, sin detalle artístico
alguno, y cubierto su suelo de derrumbes. El siguiente, que dicen mudéjar
sólo ofrece los paramentos cerrados, de ladrillo visto, ocultando
los pilares primitivos, y sin ningún otro elemento artístico
que merezca visitar, a excepción de la pila central coronada de
una antigua cruz de hierro forjado |
El
templo, construído en la segunda mitad del siglo XVI, las obras
se llevaron a cabo hacia 1613-15, y la dirigieron y ejecutaron los maestros
canteros muy ligados a la construcción de la catedral de Sigüenza
en esas fechas de comienzos del siglo XVII. |
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La
fachada del templo, que era lo primero que encontraban los caminantes
al llegar al monasterio de monjes jerónimos, se orienta a poniente,
y consta de un gran paramento de remate triangular, en cuya parte baja
aparece la portada propiamente dicha.. En ese mismo muro, una gran ventana,
hoy cegada, iluminaba el coro de los monjes. Encima de ella, ya sobre
el triangular frontón, un gran escudo del Rey Felipe II. A su lado
sur se alza la torre monasterial, que todavía presenta un aire
medieval gracias a su planta cuadrada, estrechas ventanas asaeteadas,
y coronación con almenas. |
Consejos
para la visita Desde la carretera N- 320 de Guadalajara a Cuenca, y tomando la desviación a Lupiana en el kilómetro 270 , se siguen unos 4 kilómetros por ella, se encuentra el desvío a la derecha hacia el monasterio, bien indicado. Es propiedad particular, y se permite la entrada y visita, que es gratuita, solamente los lunes, de 9 a 14 horas. Puede visitarse y fotografiarse sin problemas, tanto el claustro renacentista como la iglesia y los jardines que lo rodean. |
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Fuentes Monasterios Medievales de Guadalajara, AACHE Ediciones) |
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